Leyendas y Curiosidades de El Viso del Alcor

Unos versos lúdicos del folclore infantil de El Viso del Alcor

Los juegos tradicionales encierran una sabiduría popular y rememoran ecos de un pasado remoto de cultura oral bajo el calor de una hoguera o bajo la estrellada cúpula celeste, pero, desgraciadamente, se  están perdiendo, suplantados por otros, tecnológicos y sedentarios.

 

Uno de los elementos más peculiares del folklore infantil visueño son unos extraños versos que, según mi opinión, pueden clasificarse dentro del grupo de retahilas o fórmulas para echar suertes.

 

Muchos juegos necesitan “sortear” previamente quién se libra o quién se queda. Éste es el caso del popular juego del escondite. En este caso particular, uno de los jugadores recita en voz alta la cantinela que expondemos a continuación, señalando sucesivamente y por oden a cada uno de los niños participantes, siendo el último señalado el que se libra.

 

Finalmente, el último jugador que queda, tras librarse todos los demás, será el encargado de encontrar a sus compañeros en sus respectivos escondites.

 

Esta especie de trabalenguas fue muy popular hasta los años ochenta, perdiéndose su recuerdo paulatinamente entre los más jóvenes.

 

Los versos son los siguientes:

Mi padre, es macho;

el tuyo, carnero.

Toca la guarda,

toca el cencerro.

 

Martín de las Casas

tú te pierdes,

tú te vas.

 

Altos cerros,

molinos;

cagajón de cochinos.

 

Periquillo,

fue a las fuentes;

corre y vete,

a esconderte.

 

Marco Antonio Campillo de los Santos.

El culto a la luna en El Viso del Alcor

El culto al Astro Rey (Fuente del Sol) y a la Luna (Fuente de la Alunada o Luná) en El Viso del Alcor tiene raíces remotas, pero todavía sobrevivía a duras penas no hace mucho tiempo, como representa el hecho que “en 1925 aún rezaban a la Luna los campesinos de El Viso del Alcor (Sevilla):

Luna nueva

 

bien venida seas.

 

Luna hermosda,

 

como crece tu cara

 

que crezca tu bolsa”

 

 

(MORETA Y ÁLVAREZ: Supersticiones Populares Andaluzas).

La Piedra del Gallo o La Piera er Gallo

La Piera er Gallo para unos, La Piedra del Gallo para otros, es uno de los símbolos de El Viso del Alcor.

 

Su ubicación actual es la rotonda donde confluyen las avenidas de Andalucía y Piedra del Gallo, y las calles Quevedo, Cañalizo y Santa Lucía. Da la bienvenida a los visueños que van a celebrar las fiestas de La Cruz en el recinto ferial de La Tablá y es testigo del acontecer del Parque de La Muela con su emblemática fuente.


Es una gran piedra de dimensiones colosales. Se calcula que pesa alrededor de 72000 kilos.


Se encontraba en la Cornisa del Alcor de La Santa justo en el límite de El Viso con Mairena asomándose a la imponente Vega. Servía de mojón para delimitar ambos términos. Un trozo de roca que quedó desgarrado de la Cornisa el 1 de enero de 1936. Muy cercana estaba la desaparecida ermita de Santa Lucía.


Los últimos que la vieron en su enclave, antes del desprendimiento, fueron Emilio Pavón Campillo apodado “ El Salmonete” y su sobrino “El Rubichi” padre de la mujer de Antonio “El Terrible” de la autoescuela. Los dos habían estado pastoreando con sus cabras en los alrededores de La Piera. Dado que el día era muy desapacible y no dejaba de llover, estuvieron refugiados toda la jornada, justo debajo de la enorme piedra. Hasta las cabras de vez en cuando se ponían al abrigo y respaldo de la misma. Abandonaron el lugar sobre las 6 de la tarde que empezaba anochecer. Cuando regresaron a la mañana siguiente, tras una noche también lluviosa vieron la piedra desprendida. Suerte tuvieron que no les cayera en lo alto. Así que se desprendió entre las 6 de la tarde del 31 de diciembre de 1935 y las 10 de la mañana del 1 de enero de 1936. Puede que fuera sobre las doce de la noche, misma hora que la Misa del Gallo, pero en la Nochevieja.


Son muchas otras grandes piedras de la cornisa que se precipitan al desprenderse por efectos de distintos tipos de erosión. No hay que olvidar que los terremotos de Carmona en 1466 y 1504 resquebrajaron muchas rocas de la superficie de Los Alcores.


Esta piedra se denominó desde el comienzo de la historia de El Viso como Peña del Águila como lo demuestran las inspecciones de los límites que realizaban en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII El Concejo de nuestro pueblo con el de Mairena.


Son varias las teorías que intentan explicar la denominación de Piera er Gallo:

 

– La piedra estaba cerca de la desaparecida ermita de Santa Lucía. Visitada por muchos mendigos peregrinos a los que se les llamaba gallotes en la Edad Media.

 

– En el XIX había una choza en la ladera, donde vivía cuidando a su ganado una familia. Uno de sus gallos dormitaba todas las noches en la imponente piedra asomada al balcón del escarpe.

 

– Apodo “Er Gallo” del dueño de las tierras dónde se precipitó.

 

– Por la forma del saliente en la cornisa de la roca, asemejando al pico de un gallo.

 

– En los años treinta del siglo pasado se celebraban en el cerro de La Santa, campeonatos de Tiro al Pichón y Tiro al Plato. Venían muchos forasteros. Un grupo de ellos hizo una comilona y guisaron un gallo a la vera de La Piera. Siguieron en siguientes visitas con las consiguientes comilonas que se llevaban a cabo en el famoso enclave, a la que empezaron a denominar La Piera er Gallo.

– La más extendida es de que cayó mientras se celebraba la Misa del Gallo. Hecho que desmienten los versos que cantaba una chirigota visueña aquel año en el Carnaval de 1936. Por lo tanto se puede afirmar que se desprendió el 1 de enero de aquel año.

El día primero del año actual,

Un grande ruido nos vino a asustar.

Y todos corrimos como un rayo
A La Piera er Gallo pa curiosear
Con asombro contemplamos,
la catástrofe fatal,
hasta que la encontramos,
enmedio de un olivar.
Le preguntamos al dueño,
y nos dijo el pobrecillo,
que le habían derribado,
tres zorzaleños y cuatro manzanillos.
Era una verbena, el ir y venir,
El Viso y Mairena, enteros fueron allí,

Otra letra de chirigota:
Se cayó la Piera er Gallo,
y se formó un jubileo.
Todos fuimos a visitarla,
desde los niños hasta los viejos.
Fenómeno al rodar,
por el jardín tan dívino.
Y al Nene de la Posá,
“l´han partío” siete olivos.
Si cumples con un visueño,
se pondrá luto amarillo.
Por aquellos zorzaleños,
que al precio son manzanillos.

 

Cesáreo de los Santos.

El Conde incorrupto del Convento del Corpus Christi

En una tumba situada en un lugar privilegiado de El Viso, en concreto la que podemos contemplar en la Capilla Conventual del Convento de Corpus Christi, reposan los restos de Gaspar Juan Arias de Saavedra, V Conde del Castellar y Alfaqueque Mayor de Castilla, cuyo retrato podemos contemplar en el cuadro de figura de medio cuerpo de caballero joven, barbado, en armadura, de tres cuartos a la izquierda, con cruz de Santiago en el peto y leyenda AVE MARÍA ante el rostro.


Gaspar Juan Arias de Saavedra nació el 9 de junio de 1593 y murió el 22 de julio de 1622, a la temprana edad de 29 años. Su vida fue corta, aunque intensa. A los 15 meses ya era conde, debido a la temprana muerte de su padre, Fernando Arias, héroe de Lepanto. Su madre, doña Beatriz Ramírez de Mendoza dirigió la familia durante la minoría de edad de su hijo, siendo la artífice de la reforma de la Orden de la Merced y la fundación de un convento en el corazón de Los Alcores. Se casó a los 14 años con su prima Francisca de Ulloa Sarmiento, III Condesa de Villalonso, y tuvo tres hijos: Fernando Miguel Arias de Saavedra (señor de El Viso y Conde del Castellar), José Ramírez de Saavedra (marqués de Rivas) y Beatriz Arias de Saavedra (dama de la reina).


El Conde murió en Sevilla y su cuerpo fue trasladado a una bóveda existente bajo las gradas del Prebisterio del Altar Mayor del citado convento, para, ser depositado finalmente el 8 de mayo de 1624 a su morada actual, un hucillo de jaspe rojo y negro. Según el cronista de la Orden de la Merced, Fray Pedro de San Cecilio, “fue hallado entero , organizado y sin muestras de corrupción, no obstante no haber sido embalsamado y haber permanecido dos años cubierto de agua…” El hecho insólito hizo extender por los alrededores su fama de conde santo.


Muchos años después, en 1930, un 30 de diciembre, varios ilustres visueños tuvieron la ocurrencia de comprobar si se mantenía la incorruptibilidad del conde. Encontraron “un precioso féretro de madera sin pintar”y los restos del V Conde de Castellar, cubierto por “una capa de finísima seda, al presente de color castaño, en la que destaca por su vivo color rojo la encomienda de Santiago…” y “vestido de un rico traje de seda azul bien conservado…”


En definitiva, el cuerpo no soportó la corrupción natural, pero su recuerdo, al igual que el de nuestros difuntos, será eterno.



Marco Antonio Campillo de los Santos.