Este mirador está situado en el actual recinto ferial, en la Tablada Baja, donde aparecieron tumbas romanas y sillares. (Situado en la Avenida de La Tablada)
Conocido popularmente como “La Tablá Baja”, en esta zona se encuentra el yacimiento arqueológico más importante de los hallados en El Viso del Alcor. De los seis miradores que tiene el municipio, éste es el balcón de mayores dimensiones del municipio y desde el que más amplia y mejor panorámica de La Vega se divisa. Situado a mayor altura de todos, su ubicación privilegiada permite apreciar La Vega, la Vía Verde de Los Alcores y el gran promontorio de “La Tablá Alta” a su derecha, el Parque Natural de La Muela debajo y el casco urbano a su izquierda. En el anejo recinto ferial se celebran y disfrutan plenamente las Fiestas de la Santa Cruz, conmemoradas tradicionalmente en el mes de mayo.
La Tablada Baja y la Alta (meseta situada tras el recinto ferial) pertenecen a un yacimiento arqueológico de primer orden.
La Tablada es un yacimiento arqueológico situado en el extremo sur del casco urbano, con 174 metros de altitud en el vértice geodésico que corona su nombre, ocupando una meseta que se encuentra al sur del casco urbano y el actual recinto ferial. Estamos ante un Oppidum, descrito por Bonsor como una ciudad púnica construida sobre terrazas artificiales sostenidas por bancadas de rocas al igual que Carmona y la Mesa de Gandul, Se divisan restos de cerámicas púnicas pintadas, de ánforas púnicas e turdetanas, cerámica de barniz rojo, gris de occidente, cerámica a mano (cuencos y ollas con acabados toscos), y cerámica Kuass, cerámica Campaniense A, hachas pulimentada, lascas de sílex, proyectiles de hondas,…. El origen de este asentamiento, situado en una meseta natural, aunque encumbrada sobre terrazas artificiales sostenidas por bancadas de rocas del mismo modo que Carmona y la Mesa de Gandul, se remonta al Calcolítico, corvirtiéndose en una ciudad amurallada desde el Bronce Final hasta la época romana republicana (ss. VII-I a. C.), en la que fue destruida. La magnitud de esta ciudad de los vivos es directamente proporcional a la magnitud de las ciudades de los muertos o necrópolis asociadas: la del Raso del Chirolí (en el extremo norte del casco urbano) y, especialmente, la de Santa Lucía, compuesta de 14 túmulos de alturas variables (entre 1,50 y 6 metros) El arqueólogo Jorge Bonsor excavó un túmulo de 2,35 metros de altura, con una fosa de incineración de 0,80 m de profundidad, llena de cenizas y con objetos cercanos quemados. El ajuar lo componían un pequeño bote de marfil, cuatro peines y tres placas de marfil decorados con frisos de animales, palmeras y flores de loto; dos conchas grabadas y un huevo de avestruz con los bordes dentados y decoradas con líneas rectas y zig-zag grabadas y pintadas en rojo. El citado tesoro arqueológico se conserva en la Hispanic Society of América, en Nueva York. La Tablada era una ciudad amurallada por un cinturón de mampuestos que rodea completamente la meseta y dos promontorios que flanqueaban la entrada, donde se observan construcciones de mampostería y sillarejo. En resumen, según los materiales detectados en superficie, en asentamiento en la meseta de La Tablada tendría origen en el Bronce Final llegando hasta época romana republicana (ss. VII – I a.C.). Con posterioridad, en época imperial este lugar se abandona y se traslada probablemente hacia el núcleo actual de población.
Importantes vestigios de esta antigua ciudad fenicia, cartaginesa y romana están expuestos en el Centro Cultural Convento de Corpus Christi.